Demolición
Hoy vi cómo demolían el edificio de enfrente del mío, donde ahora hay un enorme vacío, y en un futuro no muy lejano habrá una casa. La industria de la construcción es verdaderamente fascinante. Un capricho repentino y ¡pum!, años y años de historia pueden volverse polvo en un instante.
Los obreros trabajaban incansablemente, transpirando como cerdos mientras le daban toda su vida a ese nuevo presente que empezaba a armarse. Un capataz daba indicaciones enérgicamente mientras contemplaba con satisfacción y un cierto estupor la magnitud de semejante mazacote voraz que encerraba a la vez tanta destrucción y tanto cambio.
Y yo tan sólo me paré en la otra vereda, mirando cómo el cemento se resistía a caer, para luego entregarse vencido al suelo; mirando cómo una nube blanquecina y hermosa empezaba a formarse y a subir hasta cubrirlo todo. Disfruté tanto de aquel espectáculo urbano improvisado, y cuando la escena comenzó a quedarse quieta me inundó una emoción enorme e increíble.
Uno es nada más y nada menos que escombros. Cada tanto delira en sueños y se anima a jugar al constructor y a armar su edificio de deseos, de proyectos, de imágenes posibles, de algún tipo de felicidad. Dueño de sí mismo, uno es el obrero, el capataz, el inversionista, el inquilino. A veces ambiciona un piso de la re puta madre, con pileta, gimnasio y salón de fiestas. Y otras veces simplemente le alcanza con un dos ambientes para diseñar el paraíso mínimo donde respirar el propio aire.
Los obreros trabajaban incansablemente, transpirando como cerdos mientras le daban toda su vida a ese nuevo presente que empezaba a armarse. Un capataz daba indicaciones enérgicamente mientras contemplaba con satisfacción y un cierto estupor la magnitud de semejante mazacote voraz que encerraba a la vez tanta destrucción y tanto cambio.
Y yo tan sólo me paré en la otra vereda, mirando cómo el cemento se resistía a caer, para luego entregarse vencido al suelo; mirando cómo una nube blanquecina y hermosa empezaba a formarse y a subir hasta cubrirlo todo. Disfruté tanto de aquel espectáculo urbano improvisado, y cuando la escena comenzó a quedarse quieta me inundó una emoción enorme e increíble.
Uno es nada más y nada menos que escombros. Cada tanto delira en sueños y se anima a jugar al constructor y a armar su edificio de deseos, de proyectos, de imágenes posibles, de algún tipo de felicidad. Dueño de sí mismo, uno es el obrero, el capataz, el inversionista, el inquilino. A veces ambiciona un piso de la re puta madre, con pileta, gimnasio y salón de fiestas. Y otras veces simplemente le alcanza con un dos ambientes para diseñar el paraíso mínimo donde respirar el propio aire.
1 Comments:
Bueno, el tópico es el mismo que el otro post, "Lo barato de la felicidad".. no?
Y sí, creo que usted tiene razón. En dos ambientes entran muchos kilos de frutillas. Más de las que incluso podemos comer. O más de las que, a veces, nos merecemos.
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