lunes, noviembre 24, 2008

Crecer

Crecer no es ser más grande
es mucho más que eso
Crecer es ser más libre
Crecer es ver más lejos
Crecer es ser los dueños de nuestros propios sueños
Es intentar el riesgo aunque toquemos fondo
de ser más parecidos a lo que en verdad somos
(sí, estoy citando a Chiquititas)
Este año cumplí veintitrés. No fue uno de esos cumples deprimentes. Se sabe: el onomástico es una fecha clave en el año, donde uno hace un balance de los últimos doce meses, se pregunta seriamente si está yendo por el camino correcto, y necesariamente termina marcando una crucecita en el debe o en el haber. No hay mucho que decir. A la hora de soplar las velitas, no hay grises. Está todo bien, o está todo mal.
Repito, éste fue un buen cumpleaños. Lo pasé en casa cenando con la gente que de verdad me importa. Disfruté. Sonreí. Todo estaba bien en el mundo. Pero al día siguiente, me cayó la ficha: veintitrés está más cerca de los veinticinco que de los veinte. Oficialmente, estoy grande. No más adolescencia para mí, por si quedaba alguna duda.
Y a decir verdad, crecer no es tan malo. Últimamente es raro que vuelva a casa a las ocho de la mañana después de una noche de fiesta y descontrol, pero no porque mi edad no lo permite, sino porque en realidad ya no es lo que quiero. Pero si la adolescencia es un período de parranda, confusión y acné, la niñez es el tiempo de los juegos, del descubrimiento, de forjar lo que uno es. Me pregunto si con el crecimiento también perdemos la inocencia, esa parte de chico que habita en cada uno de nosotros.

¿Habita, dije, o habitaba? ¿Dónde se fue nuestra infancia? En el jardín, cantábamos eso de que si usted tiene muchas ganas de aplaudir, tiene la razón, y no hay oposición, entonces no se quede con las ganas. Ahora, por alguna razón, parece ser más difícil. ¿Qué nos pasó en el camino? Sin darnos cuenta, nos subordinamos a los horarios, jefes, fechas de finales y deseos de los otros. Por momentos, parece que perdimos el norte, y por si fuera poco ya no podemos ponernos caprichosos y pedirle llorando a mamá que nos compre una brújula.
Y mientras seguimos desorientados, lo único claro es que el mundo sigue avanzando más rápido que nunca, y todos los relatos de la infancia han caído. No hay lugar hoy para el romanticismo del príncipe buscando desesperadamente a Cenicienta para devolverle el zapatito. ¿Para qué molestarse en salir de casa, si es mucho más fácil mandar un mail a todos sus contactos avisando que lo encontró? Por estos días, la malvada reina no necesita envenenar a Blancanieves para ser la más bella. Le alcanza con extensiones y unas inyecciones de botox. Caperucita no tiene que internarse en el peligroso bosque para ver a su abuelita, ahora se conforman con el videochat. Y Hansel y Gretel, perdidos y asustados porque un parajito se comió las miguitas de pan que habían dejado para marcar el camino, no tienen más que sacar el celular y llamar a su papá para que los venga a buscar.

Es innegable: saber que ya no podemos creernos ciertos cuentos da mucho miedo. Pero también abre el juego. Que caigan los relatos que construimos para narrarnos a nosotros mismos, quiere decir que tenemos por delante una hoja en blanco y el propio deseo como único timón para reescribirnos.
La infancia era el tiempo en que todavía no sabíamos que el Payaso Plin-Plin y el Feliz cumpleaños tenían la misma melodía. Quizás sea bueno perder la inocencia, porque significa que no podemos seguir haciéndonos los tontos.
Ahora estamos grandes, y en el mejor de los casos sabemos a qué suena la canción que cantamos. Qué hacemos con ese conocimiento, es otra cosa. Tal vez nos hagan falta unos años más para dilucidarlo. Pero mientras tanto, podemos seguir festejando que crecemos, y cada año soplar las velitas en una enorme torta de chocolinas, rodeados de la gente que elegimos y haciendo mucha fuerza para que se cumplan nuestros tres deseos.

10 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Con el pasar del tiempo yo también me dí cuenta de que estoy grande para algunas cosas.

Ya hay otras que no me llaman la atención tampoco, como a la aquí comentada.-

Y con el tiempo también vino un poco de experiencia, dura experiencia. El mundo que empecé a transitar me acercó a cosas, ideas, acciones muy oscuras a veces. A un mundo mucho más terrenal, duro y frío del que me animé a recitar en mi adolescencia. Me imagino a veces lo mucho que falta. Tengo casi 25 pirulines y no desespero...

Y si se me canta aplaudir, aplaudo.....


saludos cordiales.

noviembre 24, 2008 12:21 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

me olvidé de decir algo...

Estoy cerca.
Cuando quieras.


...siempre estuve!


pesado por pesado, saluda.

noviembre 24, 2008 12:24 p. m.  
Blogger Unknown said...

Yo te diria que alguien grande es una persona con una gran cintura...
la retorica dice ¿Que es la Grandeza?
¿Alguien con mucha Edad? ¿o Alguien que ha generado un legado (Que Judio que es esto del legado)?
Si con el paso del tiempo no construiste algo que te de ganas de vivir, quizas si estes grande (y probablemente tambien de tamaño)
Fari!!

noviembre 24, 2008 4:13 p. m.  
Blogger la caida del lechon negro said...

Me pasó. Cuando cumplí 23 me angustió la idea que pronto tendria 25. Los cumplí ayer y me angustia la idea qué pronto tendré 30.

¿Adonde va la niñez? Es una buena pregunta, yo trato de mantenerla lo más cercana posible.

noviembre 24, 2008 5:27 p. m.  
Blogger Jota said...

el payaso plin plin y el feliz cumpleaños tienen la misma melodía?

noooooooooooooooooooo

noviembre 25, 2008 2:05 p. m.  
Blogger lula said...

Fari, siempre me hacen sonreir y pensar tus preguntas. Todo a la vez

Caída del lechón, feliz cumple!

Jota, lamento ser la culpable de la pérdida de su inocencia

noviembre 26, 2008 8:19 a. m.  
Blogger Unknown said...

Que lindo Lula. Es una mirada muy esperanzadora del futuro. A veces me olvido de tenerla. Creo que si uno tuviese muy claro a donde quiere llegar envejecer solo significaría estar más cerca de la zanahoria...no? El tema son los senderos angostos, los caminos de ripio y las rutas de cientos de km sin estaciones de servicio...todo es más complicado cuando se pierde la candidez de la juventud.

noviembre 26, 2008 10:31 a. m.  
Blogger San Benito said...

Te banco tanto Lucía, pero tanto.

noviembre 26, 2008 11:02 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Si alguna vez me tirás un reply, me robás una gran sonrisa.

noviembre 26, 2008 11:22 a. m.  
Blogger Unknown said...

Hay que entender que hay ciertas cosas que no se pierden, si no que se dejan al costado un rato, esperando el momento de volver a agarrarlas. Es como cuando eramos niños con los juguetes, estaba el que usabamos todo el tiempo, y los otros, pero a veces dejabamos el preferido por agarrar los olvidados.

noviembre 26, 2008 4:21 p. m.  

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