Lo mejor que pudo hacer Fito con algunas de sus canciones fue volver a grabarlas. A “Mariposa technicolor” ya no la pasaba nadie. Estaba gastada por las masas. Aburría. Pero en
Euforia, Páez la ralentó, destiló su esencia poética y la resignificó. El
“todos yiran y yiran” encontró su verdadero potencial melancólico.
“Tuyo siempre” de Calamaro era una especie de dub cáustico. Él, el artista, se fue de viaje al cosmos, se encontró consigo mismo, volvió, y ese fue El regreso. La tocó de nuevo con Bersuit hecha cumbia, y la canción fue un verdadero descarne.
“Va a ser mejor que te empiece a olvidar”.Y otra cumbia: cuando Pablo Lescano subió al escenario de River con su tecladito tuneado con los colores de la bandera jamaiquina y un cuerpo de mujer pintado para hacer “Padre nuestro” con los Cadillacs, el estadio explotó. Mientras la multitud bailaba embriagada de pura vida, la magnitud era tal porque ese instante era el encuentro de dos mundos que eclosionaban con una potencia impresionante, impregnando todo lo que tocaban con su alta poesía, su belleza,
y las palmas de todos arriba y arriba. Todos estos años no habían sido más que una antesala. La canción había nacido para ese momento.
“Serás lo que debes ser o no serás nada”. Durante mucho tiempo creí que la frase era de un fascismo terrible. Pensaba que respondía al imperativo categórico kantiano, aquel demoledor deber-ser que necesariamente se opone a la búsqueda, al juego, a la tan ansiada libertad.
Pero escuchando el teclado de Lescano se abrieron las puertas de una verdad revelada: la frase quiere decir “hacete cargo de tu potencial, descubrí qué te hace vibrar y no seas tan cagón como para no ir a buscarlo”. Es una franca invitación a la aventura.
La vida es así. Podés entretenerte leyendo la Pronto en la sala de espera, pero no debés olvidar jamás que no viniste para eso.
Hay cosas que nacieron para ser exactamente lo que son, y otras que están latentes. Canciones, ideas, personas, que no agotaron su potencial poético, y están como esperando que alguien venga, las toque y las reviva.
El cover, tomado en su sentido amplio de reversión (y cada reversión es un eslabón más en una larga cadena de traiciones) termina cuando alguien encuentra la versión definitiva. Tal vez era la primera, la única. Quizás hace falta mucho tiempo de búsqueda para encontrar la verdadera esencia. Entonces, ya no se llama cover. Es una canción con todas las letras.
Si alguna vez sentís que estás para otra cosa, es hora de buscar otra melodía, otro ritmo, de hacer otros arreglos. Porque la vida es una sola, no hay tiempo para probar diferentes bocetos. No hay prueba y error, sólo una oportunidad para cantar muy fuerte hasta quedarnos sin voz. Entonces la canción terminará, y sólo habrá silencio.
Mientras tanto, somos la canción que somos. No hay otra verdad que la realidad que nos toca. Pero al mismo tiempo no hay nada más hermoso que el deseo de despertar de la latencia, de destaparse, de explotar.
La decisión es tuya: serás lo que debas ser, o serás cover.
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